Contracción muscular involuntaria
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Las personas con SPS responden a altas dosis de diazepam y a varios anticonvulsivos, gabapentina y tiagabina. Un estudio reciente financiado por el NINDS demostró la eficacia del tratamiento con inmunoglobulina intravenosa (IVIg) para reducir la rigidez y disminuir la sensibilidad al ruido, al tacto y al estrés en personas con SPS.
El tratamiento con IVIg, los ansiolíticos, los relajantes musculares, los anticonvulsivos y los analgésicos mejorarán los síntomas del SPS, pero no curarán el trastorno. La mayoría de los individuos con SPS sufren caídas frecuentes y, al carecer de los reflejos defensivos normales, las lesiones pueden ser graves. Con un tratamiento adecuado, los síntomas suelen estar bien controlados.
Tensión muscular por ansiedad
El rigor mortis[a] (latín: rigor “rigidez”, y mortis “de la muerte”), o rigidez postmortem, es la tercera etapa de la muerte. Es uno de los signos reconocibles de la muerte, caracterizado por la rigidez de las extremidades del cadáver causada por cambios químicos en los músculos postmortem (principalmente el calcio)[1] En los seres humanos, el rigor mortis puede producirse tan pronto como cuatro horas después de la muerte. Al contrario de lo que se cree, el rigor mortis no es permanente y comienza a desaparecer a las pocas horas de su aparición. Normalmente, no dura más de ocho horas a “temperatura ambiente”.
Tras la muerte, la respiración aeróbica de un organismo cesa, agotando la fuente de oxígeno utilizada en la fabricación de trifosfato de adenosina (ATP). El ATP es necesario para provocar la separación de los puentes cruzados de actina-miosina durante la relajación del músculo[2]. Cuando el oxígeno deja de estar presente, el organismo puede seguir produciendo ATP a través de la glucólisis anaeróbica. Cuando el glucógeno del cuerpo se agota, la concentración de ATP disminuye y el cuerpo entra en rigor mortis porque es incapaz de romper esos puentes[3][4].
Fasciculaciones musculares
Skip to Main ContentResumenConfiamos en nuestros músculos todo el día, todos los días, para llevar el café, teclear en el ordenador y caminar hasta el supermercado. Pero, aunque es poco frecuente, esos músculos a veces pueden rebelarse contra nosotros. El síndrome de la persona rígida (SPS) es un trastorno autoinmune y neurológico sin causa conocida que puede hacer que los músculos del torso y las extremidades alternen entre la rigidez y los espasmos.
Aunque todavía se desconoce la causa de esta enfermedad extremadamente rara, los investigadores sospechan que puede ser el resultado de una reacción autoinmune en la que el cuerpo ataca las células nerviosas del sistema nervioso central que controlan el movimiento muscular.
“Las personas que padecen el síndrome de la persona rígida pueden tener un espectro que va desde lo más leve a lo más grave, y un enfoque personalizado para tratar la enfermedad es la mejor manera de garantizar un mejor resultado”, dice el doctor Richard Nowak, neurólogo de Yale Medicine. ¿Cuáles son los síntomas asociados al síndrome de la persona rígida? Los principales síntomas del síndrome de la persona rígida son la rigidez muscular en el torso y las extremidades, junto con episodios de espasmos musculares violentos. Estos pueden ser desencadenados por estímulos ambientales (como ruidos fuertes) o por estrés emocional. Los espasmos musculares pueden ser tan graves que hacen que la persona se caiga. Los músculos se relajan gradualmente cuando el estímulo desaparece.
Músculos tensos en un lado del cuerpo
Unas horas después de la muerte de una persona o un animal, las articulaciones del cuerpo se ponen rígidas y se bloquean. Esta rigidez se denomina rigor mortis. La frase es latina, ya que rigor significa rigidez y mortis significa muerte. El rigor mortis es una condición temporal. Dependiendo de la temperatura corporal y de otras condiciones, el rigor mortis dura aproximadamente 72 horas. El fenómeno está causado por la contracción parcial de los músculos del esqueleto. Los músculos son incapaces de relajarse, por lo que las articulaciones quedan fijadas en su sitio.
Tras la muerte, las membranas de las células musculares se vuelven más permeables a los iones de calcio. Las células musculares vivas gastan energía para transportar los iones de calcio al exterior de las células. Los iones de calcio que fluyen hacia el interior de las células musculares promueven la unión de puentes cruzados entre la actina y la miosina, dos tipos de fibras que trabajan juntas en la contracción muscular. Las fibras musculares se acortan cada vez más hasta que se contraen por completo o hasta que el neurotransmisor acetilcolina y la molécula energética adenosina trifosfato (ATP) están presentes. Sin embargo, los músculos necesitan ATP para liberarse de un estado de contracción (se utiliza para bombear el calcio fuera de las células para que las fibras puedan desengancharse unas de otras).