¿Cuántos de nosotros nos hemos encontrado a menudo incapaces de controlar el llanto de nuestros hijos? Tardes en las que es difícil conciliar el sueño, tardes en las que no quieren descansar y días en los que el llanto es el dueño de la casa, sin motivos claros.

Aunque muchas veces es más apropiado entender la verdadera razón de tal llanto, porque detrás de ellos hay, a veces, molestias físicas, otras veces los niños solo se sienten molestos y no pueden orientarte dentro del entorno que les rodea.

Te preguntarás “¿por qué?”, ​​O “¿qué le pasa a nuestra casa?”, Y en realidad no hay nada de malo en el lugar donde vives, sino en el camino donde te manejas por dentro.

Ponte en los zapatos de tus hijos por un momento. Imagínese no saber cuándo comer, cuándo dormir, cuándo jugar. Imagínese no comprender la sucesión del tiempo, los días, o no tener puntos de referencia que nos hagan entender cómo movernos en el mundo. ¿No te sentirías desorientado? Así es exactamente como se sienten nuestros hijos, desahogando su malestar con el llanto.

Los niños, en cambio, viven el mundo siguiendo dos instintos: el instinto de emulación es el de asociación.

Instinto de emulación

Con la emulación, tus hijos te observan en los gestos que haces todos los días, comenzando a imitarte en todo. Gracias a este instinto innato adquieren el uso del lenguaje y se introducen en la cultura a la que pertenecen.

Instinto de asociación

Con la asociación, por otro lado, tienden a codificar un evento determinado como consecuencia de otro, que sucederá poco tiempo después.

Quizá te interese  Alfombras, una nueva percepción del espacio

Conclusiones

Observando, por tanto, la naturaleza de nuestros hijos y la capacidad innata de vivir el mundo siguiendo estos instintos, no podemos dejar de pasar por alto el hecho de que gestionar sus vidas siguiendo un “rutina“ nos beneficiará a los dos.

Así que organízate repitiendo los rituales que marcan su día. Los niños comprenderán a partir de estos pequeños gestos cotidianos lo que sucederá poco después. Por ejemplo, si te bañas por la noche, entenderán que ha llegado el momento de ponerte el pijama, comer y luego ir “a dormir”.

Un último consejo. Muchas veces, incluso las frases pueden tener el mismo efecto. Cuando te vayas a dormir saluda siempre a los niños con la misma frase, por ejemplo “ahora es el momento de ir a dormir” o, “ahora descansa que mañana te espera un día de colegio”, luego bésalos y abrázalos un poco.

Tus hijos serán así niños pacíficos, y tú también lo serás.