Para toda nueva madre, la vuelta al trabajo representa a menudo un objetivo para recuperar la propia dimensión como profesional, pero también un momento crítico de transición, que implica un desapego traumático del bebé. Factores como la falta, en nuestro país, de una política real de apoyo a la maternidad, la difusión de actitudes de ostracismo en las empresas y la transformación del tejido social, que ve a los abuelos cada vez menos implicados (también por motivos de distancia geográfica) en el menage familiar.

El regreso a la oficina: madres y sentimiento de culpa

A estos elementos críticos se suma el secular sentimiento de culpa de las madres, eternamente dividido entre la necesidad de vivir una vida profesional plena – garantizando así un ingreso económico cada vez más imprescindible para su familia – y la urgencia de asegurar su presencia a los hijos.

“Recuerdo caminar todo el camino desde casa a la estación llorando, después de dejar a mi pequeño al cuidado de la niñera”. Así cuenta Elena el día de su regreso a la oficina, después de haber dado a luz a su primer hijo. Un día que, en su experiencia y en la de muchas otras mujeres, se ha traducido luego en una larga serie de difíciles desprendimientos matutinos, que parecen renovar un cruel rito de abandono, y una tarde surrealista vuelve a casa, cuando los bebés parecen totalmente adictos y satisfecho por la presencia familiar de la niñera. Con el denominador común del sentimiento de culpa, el sentimiento de no ser una buena madre, el cansancio de la jornada laboral que lucha con las ganas de vivir el tiempo en familia en paz.

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Sentimientos de culpa: vencerlos con sentido común

Como siempre, en los bares, en la televisión y en los periódicos, el fenómeno ha sido destripado ampliamente en millones de ayuntamientos, mientras que desde Estados Unidos una lluvia de investigaciones ha decretado todo y lo contrario de todo: los hijos de las trabajadoras comen más comida chatarra. .; las familias en las que la mujer ha regresado al cargo tienden a ser menos propensas al divorcio; cuando la madre trabaja, los niños tienden a practicar más deportes y ser más independientes.

Si en este frente las estadísticas parecen no ayudarnos, tal vez sea el caso de desempolvar el viejo sentido común, del que las mujeres estamos proverbialmente bien equipadas. La dimensión de madre es solo una de las facetas que componen el arco iris de nuestra personalidad: trabajar, además de ser una necesidad económica cada vez más urgente, nos ayuda a ser independientes y seguros de nosotros mismos. Vivir el ámbito laboral de forma equilibrada te permite verter esta serenidad en la familia, en la medida en que podrás dedicar un tiempo de calidad a tus hijos. En otras palabras … ¡en el trabajo!