las virtudes teologales
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A pesar del florecimiento de los cuentos infantiles bellamente ilustrados y de las historias adaptadas a los tiempos actuales, los cuentos de hadas clásicos siguen teniendo un papel destacado en el encantador mundo de la literatura infantil.
La perennidad de los cuentos clásicos se debe, sin duda, a una serie de factores, que se remontan a las dos macrocategorías vinculadas a la tradición y a su capacidad de representar al género humano de forma “pura”, esbozando características y aspiraciones que permanecen inalteradas a lo largo de los siglos y que, precisamente por ello, son especialmente adecuadas para hacer cosquillas a la imaginación de los niños.
Si un cuento ilustrado contemporáneo, por muy bonito que sea, narra las hazañas de un niño (o animal) concreto, Caperucita Roja, los animales de Esopo, la Sirenita, Hansel y Gretel representan a todos los niños simultáneamente, mostrando características humanas que persisten a lo largo de los siglos y en diferentes escenarios.
catecismo de las virtudes teológicas
Pero los niños para los que creamos el espacio vital y organizamos las fiestas nos recompensan por nuestros esfuerzos con su alegría y su cariño diarios y refuerzan nuestra fuerza de resistencia.
A menudo nos resulta difícil esperar o ser capaces de esperar. Queremos estar listos de inmediato y ver el resultado rápidamente. La espera nos enseña a manejar el tiempo. Los deseos y las representaciones se precipitan hacia el futuro.
Los niños experimentan la espera con el Calendario de Adviento, cuyas puertas sólo pueden abrirse una vez, la cocción de galletas que sólo pueden comerse el día de Navidad, la plantación de bulbos para verlos crecer en primavera, la espera del despertar de la naturaleza en un invierno frío y helado. También significa ver cómo los ciclos naturales llegan a su fin: los árboles que se retiran y se cubren de musgo verde, el agua que fluye y brota por todas partes y que cubre los caminos del bosque, la nieve que llega lentamente.
Podemos dirigirnos, en el período de Adviento, de manera especial al cielo, que después de un hermoso día nos alegra al atardecer con colores intensamente brillantes y a las estrellas claramente titilantes que brillan cerca. A las flores mágicas que brotan de las rocas bajo tierra, a los bulbos que crecen, a un día de sol radiante y calor, a la escarcha de la madrugada que tiñe de blanco el bosque. Observar los lentos movimientos de los animales, ver a la maestra o a los padres preparando los adornos navideños o cocinando pasteles y pan casero.
virtudes cardinales
Podemos encontrarnos en desacuerdo parcial con puntos individuales de la doctrina tomista, pero dado que es una doctrina profundamente espiritual, además de ser plenamente racional, debemos necesariamente estar de acuerdo con ella en las líneas fundamentales.
En un mundo donde todo el mundo grita, el templado habla en voz baja; donde todo el mundo insulta, él no ofende a nadie; donde todo el mundo se pavonea, él se mantiene al margen; donde todo el mundo quiere llamar la atención, él ama la penumbra; sin embargo, por esta misma razón atrae la atención de los mejores, y sobre todo, por esta misma razón encuentra en sí mismo las energías necesarias para la vida diaria, donde otros las disipan en la búsqueda frenética de bienes esquivos.
etimología de la virtud
28 La “metafísica” de la condición del niño parte, pues, de la constatación de su relación con el placer, precisamente porque constituye la conditio sine qua non para ampliar progresivamente el discurso a otros conceptos importantes y complementarios a la determinación de este camino: la imaginación; lo vago y lo indefinido; el arte y la poesía.
3 Para las reflexiones de Leopardi sobre la infancia, véase también Ricordi di infanzia e di adolescenza (Recuerdos de infancia y adolescencia), escritos entre marzo y mayo de 1819, publicados póstumamente en Scritti vari inediti con el título de Appunti e ricordi (Apuntes y recuerdos) y citados por Giuliana Benvenuti en Il disinganno del cuore. Giacomo Leopardi tra malinconia e stoicismo, Roma, Bulzoni, 1998, p. 33.
49 Véase ibidem, vol. III, Comentario, p. 3325, nota 2 de la p. 436. El redactor precisa aquí que el mecanismo que se acaba de describir deriva en Leopardi de “motivos vichianos” entrelazados con sugerencias roussonianas.
53 Las reflexiones que se deducen de la lectura de este pasaje de la novela de Goethe pueden vincularse, según los críticos, a la composición del Infinito, que data de 1819. Cf. ibid, vol. III, Comentario, p. 3255, nota 3 de la p. 92.